Una noche yendo de un puerto a otro, en el lomo de una vaca navegante
me di cuenta,
eramos todos lo mismo, y todos distintos.
Me lo murmuro Pablo, que sobre ese mismo Río descansaba.
Y me lo gritaban de forma desgarradora mil ángeles que desde el cielo habían caído.
Por orden de algún uniformado.
Porque ese Río, nos entendía, nos tranquilizaba y nos unía.
Porque ese Río, era de Libertad.